Sucede cuando una porción del disco intervertebral que separa a las vértebras entre sí, se sale de su lugar y comprime a los nervios y otras estructuras vecinas produciendo dolor y debilidad en las manos y los brazos.
Los discos intervertebrales son estructuras blandas entre las vértebras (ver dibujo) compuestas por una capa contenedora externa de fuertes fibras ligamentosas (Pars ligamentosa) que contiene una porción interna semigelatinosa blanda que es el núcleo pulposo que es el que produce compresión sobre la raíz del nervio y esto es lo que produce el dolor y debilidad del nervio periférico, esta compresión sobre las demás estructuras vecinas (óseas y ligamentosas) produce otros síntomas como dolor y rigidez del cuello.
Se manifiesta por dolor en cuello que se incrementa con el esfuerzo físico, con frecuencia este dolor se extiende hacia los brazos y las manos acompañado de sensaciones desagradables como amortiguamiento o sensación de ardor o enfriamiento de la palma de la mano y a veces parte del brazo.
También puede haber debilidad especialmente para sostener los objetos y temblor, muchas veces las personas se quejan de que se les cae la taza de las manos (cuando la enfermedad es más grave)
Su diagnóstico requiere de tres parámetros: 1) el diagnóstico clínico, 2) el diagnóstico neurofisiológico, y 3) el diagnóstico de imagen.
El diagnóstico clínico se basa en la correcta interpretación de los síntomas y los signos que el paciente informa al médico y constituye el 80% del diagnóstico.
El diagnóstico neurofisiológico es la comprobación de los síntomas y los signos observados durante el diagnóstico clínico mediante exámenes como la electromiografía y los potenciales evocados que nos permiten observar si hay o no lesiones de los nervios y cuál es su magnitud a través de gráficos y medidas matemáticas precisas que virtualmente nos permiten ver los nervios.
Finalmente están los estudios de imagen como la resonancia magnética y la tomografía que nos permiten obtener una imagen anatómica de las lesiones, sin embargo estas imágenes no son la última palabra y adquieren importancia solo al correlacionarlas con los hallazgos clínicos y electromiográficos (además de otras pruebas neurofisiológicas)
Pueden curarse al 100% a través de la cirugía cuándo está indicada o tratarse con medicación cuando todavía no existe indicación quirúrgica.
Primero debe intentarse un tratamiento clínico cuando no existe daño al nervio comprobado mediante electromiografía y potenciales evocados, este tratamiento estará enfocado al tratamiento del proceso inflamatorio mediante el uso de antiinflamatorios, al tratamiento del dolor radicular neuropático mediante analgésicos de acción central y neuromoduladores, y el uso de miorelajantes para romper el ciclo dolor – contracción muscular – dolor.
Finalmente dentro del tratamiento clínico debe incluirse la rehabilitación mediante movimientos activos y pasivos que restituyan la función de los nervios afectados.
En segundo lugar estará la posibilidad de tratamiento quirúrgico que debe justificarse cuando sí existe daño al nervio comprobado mediante electromiografía y potenciales evocados y/o el cuadro clínico es severo. Dentro de protocolos y técnicas adecuadas, la cirugía de la hernia de disco cervical puede restituir la función y reinsertar al paciente a una vida activa y con calidad
En caso de haber iniciado el tratamiento clínico, es necesario monitorear el estado del nervio mediante controles clínicos periódicos y electromiografía cada 3 a 4 meses, de existir deterioro del nervio es necesario pasar a tratamiento quirúrgico, de lo contrario la cirugía no está indicada.
Hay que considerar en forma general los riesgos inherentes al tratamiento y al no tratamiento:
Entre los riesgos del tratamiento tenemos la posibilidad de desarrollo de enfermedad ulcero – péptica (por ej. gastritis) por el uso prolongado de antiinflamatorios no esteroidales, farmacodependencia leve en el uso de analgésicos opioides (su incidencia es muy baja), o lesiones neurológicas y osteoarticulares en el caso de cirugía ( con los avances tecnológicos actuales su ocurrencia es mínima).
Entre los riesgos de no tratamiento tenemos:
La invalidez de causa neurológica:
En caso de lesión radicular por hernias de disco que llevan a pérdida progresiva de fuerza e incremento proporcional del dolor que desembocan finalmente en una mano inútil y dolorosa.
En caso de lesión medular (mielopatía cervical) existe una debilidad progresiva de brazos y piernas hasta la parálisis dolorosa de las cuatro extremidades y la invalidez.
Los riesgos inherentes directamente a la cirugía son:
La posibilidad de sangrado que generalmente puede ser controlada durante la cirugía.
La posibilidad de infección especialmente cuando ponemos prótesis.
La posibilidad de lesionar las estructuras vecinas a la columna cervical como son en nervio laríngeo (que produce alteración en la voz) y el esófago (que puede perforarse), sin embargo la posibilidad de su ocurrencia se minimiza en manos de un cirujano experimentado.
Finalmente pueden ocurrir lesiones neurológicas como las antes descritas pero que con la técnica neuroquirúrgica actual son muy raras.
Los avances tecnológicos han permitido hacer la cirugía de hernia de disco cervical cada vez más segura aunque no exenta de riesgos.
Es fundamental al momento de realizarla contar con la infraestructura tecnológica necesaria como es la disposición de estudios de imagen transoperatorios, microscopio e instrumental de microcirugía.
Actualmente en Neurocirugía se realiza esta cirugía bajo control constante de microscopia y monitoreo transoperatorio neurofisiológico (electromiografía y potenciales evocados) que informan al neurocirujano a cada instante del estado de los nervios y de la médula.
La operación consiste en extraer delicadamente el disco dañado desde la parte anterior de la columna y reemplazarlo por una prótesis de disco que restituye la curvatura de la columna y los espacios del disco dañado luego se cierra la herida mediante una sutura estética siguiendo los pliegues normales de la piel del cuello.
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